viernes, 20 de enero de 2017

Iba esta mañana en Cercanías, leyendo, y, casualmente -pero ya sabemos por el Gran Cronopio que las casualidades no existen-, y encuentro esto:
 
«¿Cómo era posible que aquel mequetrefe embravecido, al que ninguno de ellos había tomado en serio, llegara al poder con su banda de criminales y terroristas?»
 
«—Los alemanes han votado a ese hortera criminal —dijo Walter Hirsch.
...
—Lo ha votado la escoria, ¿o acaso creéis de verdad que el pueblo entero, la Alemania intelectual que amamos con razón, de repente ha cerrado filas en torno a o un criminal demente?»
 
«Erich volvió a sus obligaciones y, con más fervor todavía que antes, a sus libros. Éstos le confirmaron que el pueblo alemán era un pueblo del intelecto y del humanismo.»
 
Angelika Schrobsdorff, Tú no eres como otras madres, Periférica & Errata naturae, Madrid, 2016.
 
Cuando he llegado a Móstoles, llovía hielo, pero no he tenido problema porque llevaba mi primaloft sherpa y mi gorro con interior de forro polar.
Y he pedido perdón a los refugiados.
Y me he sentido como aquellos ajenos burgueses judíos...
Y he pensado que los hechos históricos no surgen como un champiñón, sino que se construyen con cada acción que realizamos o dejamos de realizar. Y que está muy bien enviar ayuda humanitaria y no haber despachado a todos los gobiernos europeos por aquel pacto con Turquía. Y que está muy bien que gritemos contra el cambio climático desde nuestro coche, bajo nuestro aire acondicionado en verano o bomba de calor en invierno...
No, la historia no es un champión. Es el resultado de nuestras acciones políticas.
Dicho lo cual, me voy a leer, que ya luego volveré a pedir perdón.

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